sábado, 18 de junio de 2011

Rubrica 3.2


Conclusión General

Por todo lo expuesto, debiéramos concluir que el proceso de globalización intensificado a partir de 1980, ha tenido la virtud de mostrar las debilidades y falencias de la economía y sociedad argentinas:
1) Argentina no se ha preparado como nación para enfrentar los embates de la era global. Argentina no tiene Estado, no tiene proyecto de país ni tiene estrategia alguna de desarrollo, institución y elementos éstos imprescindibles para poder intentar eficaz-mente una integración tanto a nivel regional como global.
2) Argentina no tiene personalidad, no tiene perfil propio; ha sido permeable a las pautas culturales del mercantilismo global y a la ortodoxia economicista prevalecientes, hecho que diluye su propia identidad y soberanía espiritual, y que pone en riesgo su existencia como nación. Si lo global refuerza lo local, Argentina debiera volver a definirse y darse un perfil propio de país para tener presencia y protagonismo en el nuevo contexto mundial.
3) La calidad de una nación, su propio desarrollo y la posibilidad de capitalizar las ventajas del mundo global, dependen fun-damentalmente del nivel ético, cultural y educativo de sus ciudadanos y de sus dirigentes. Desde esta perspectiva, afirm a m o s que las consecuencias negativas y la profunda crisis que hoy padece Argentina, responden –con las excepciones del caso- a los insuficientes niveles culturales y educativos de su clase dirigente, tanto pública como privada. Por tales razones, una vez más Argentina debiera distinguir lo importante de lo urgente, y ocuparse de formar hombres para lograr –a largo plazo, por cierto- una verdadera élite de dirigentes, inteligente, virtuosa y altamente calificada, que sepa conducir con grandeza los destinos de la nación. Deberá formar hombres para la política, entendida ésta como ciencia ordenadora de la vida social, como ciencia del bien común, porque precisamente, es esta ausencia de política la que ha permitido que la tecnocracia económica predominante comandara los destinos de la nación. Las consecuencias están a la vista.
En síntesis, si la gran tarea pendiente será recuperar la voluntad de ser una nación sobe-rana política, económica y espiritualmente, Argentina deberá rescatar y reivindicar sus raíces iberoamericanas y darse un proyecto propio de país y una estrategia de desarrollo local, regional y global, a partir de esa identidad cultural. No menos importante será encarar un profundo debate educativo, orientado al logro de una sociedad que privilegie la inteligencia, la idoneidad y el mérito, y que promueva la formación de una élite dirigencial que sepa entender los desafíos del mundo global y sepa capitalizar sus ventajas en beneficio de los grandes intereses de la nación.

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